Un viaje por el café

De estatura media, piel morena y mirada noble, nuestro guía, José, nos da una canasta, que anudamos a nuestra cintura, un poncho y un sombrero aguadeño. Una vez tenemos el atuendo listo, nos dice: Hoy, ustedes serán recolectores de café. 

El recorrido inició sobre las 10:00 am, bajo un sol brillante y un cielo profundamente azul. 

Nuestra primera parada fue en el área de Sembrado, donde estaban las chapolas de café, y luego pasamos a la Marquesina, una estructura de madera forrada en plástico en la cual se llevaba a cabo el secado de la semilla de café. 

Apasionadamente, José nos explicaba cada proceso, por ejemplo, nos decía que para que un árbol de café pueda dar sus primero frutos, debían pasar al menos 18 meses (año y medio). 

Ante esto, quedé perpleja, pues no imaginé que tener una taza de café en mis manos representara tanto tiempo, y eso que solo he mencionado el que lleva la fase de sembrado. 

Seguimos el recorrido y llegó el momento más esperado (por mí): era hora de recolectar. 

Nos adentramos en los cultivos de café y nuestro objetivo era escoger las cerezas de café color vinotinto. Me tomé muy enserio el trabajo y poco a poco fui llenando mi canasto. 

Transcurrido unos minutos, José nos invitó  a probar la cereza del café, y no me lo van a creer... ¡Es dulce!, gracias a la cáscara y al mucílago (una baba que recubre los granos).

Esto sí que fue una sorpresa, ni en mis más locos pensamientos había contemplado eso.

Mientras continuábamos caminando por el cafetal, tomamos un sendero que nos condujo a la casa de José, donde estaba su esposa, María, quien vestía como una chapolera: llevaba una blusa blanca, de cuello estilo bandeja con boleros, y falda larga.

Ella estaba haciendo café negro de la manera tradicional: con una olleta y un filtro de tela. Una vez terminó, lo  sirvió en un pocillo blanco de borde azul y ¡a probar se dijo!

¡Estaba delicioso! Y no solo era el sabor, era el lugar donde lo tomaba, las personas que estaban y la conversación que inundaba la sala. Sin duda, esa taza de café involucraba un momento inolvidable y personas interesantes. 

Amigos, luego de conocer todo el proceso que hay detrás de esta bebida, concluyo que las buenas cosas toman tiempo, que para obtener resultados excelentes, se necesita dedicación, disciplina, pasión y amor por lo que se hace, tal como nos decía José. 

Espero que este Arroz con Mango, o esta vez puede ser también Café con Mango (jeje), les haya gustado. Por último, los invito a que si tienen la oportunidad de estar en un tour del café, háganlo, tendrán mucho aprendizaje y diversión. 

P.D.: Oyee, ¡qué rico volver! Los extrañé, gracias por pasar por acá.